Por cierto, es desde la Madre que se gesta el lenguaje del Hijo. Nada menos que el idioma, esa herramienta del entendimiento y de la relación que va a acompañar al individuo a lo largo de su vida. Cito: “Nuestras palabras van a nombrar todo aquello que nuestro hijo aún no puede decir. Por tanto, nuestro discurso será quien ordene la mirada de nuestros hijos sobre ellos mismos, sobre los demás y sobre el mundo”.
Es, por boca de la Madre que el Hijo sabrá mencionar las acciones (los verbos) que constituyen la más profunda y perenne de las raíces del lenguaje. Es de la Madre que aprenderá los nombres de las cosas (los sustantivos) y sabrá que todo tiene su denominación específica. Es por la Madre que entenderá las magnitudes (los adjetivos). Es a través de la voz de la Madre que conocerá que el lenguaje tiene música y que eso se llama canción.
Pero, por sobre todas las cosas, es a través de los conceptos de la Madre que adquirirá los valores. Valores que andando el tiempo, le permitirán ser una persona de bien e integrar el conjunto social, distinguiéndose entre sus pares.
Todavía en la infancia, vendrán las etapas de la socialización a través de todas las escalas de la escolarización. De la adquisición de la propia experiencia. Y más adelante -ya en la época juvenil- adquirirá autonomía y elegirá por sí mismo su forma y su grado de formación cultural y de interacción con el mundo.
Todo eso conque llegará hasta el final de su vida, se irá tejiendo minuciosamente como un complejo tapiz, sobre la urdimbre de aquél primer lenguaje que aprendió por la boca de su Madre.
Vale lo suyo.
Pedro Nieva
Santa Fe, 31 de Octubre de 2014
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